Seguro que cuando piensas en comprar maquinaria para hostelería en Sevilla como las cámaras frigoríficas, no te planteas lo impresionante que es el funcionamiento de estas máquinas. Los aparatos refrigeradores son tan constantes en nuestra vida civilizada que damos por sentada su función, casi como si siempre hubieran existido.

En cambio, el estudio de la refrigeración artificial es relativamente reciente, teniendo en cuenta lo larga que es la historia de la humanidad. En contraste con la actualidad, donde podemos elegir y comprar maquinaria para hostelería en Sevilla, los seres humanos han recurrido a maneras rudimentarias de usar el frío mediante cuevas o catacumbas húmedas y oscuras o por el transporte y conservación del hielo.

Fue a mediados del siglo XVIII, en Escocia, cuando el científico William Cullen descubrió varios métodos de enfriamiento. Aunque no despertó en su momento la expectación de la gente, sí sorprendió a la comunidad científica, que comprendió enseguida las ventajas de su invención.

Usando aquellos primeros conocimientos, el norteamericano Jacob Perkins desarrolló en el año 1834 el primer aparato refrigerador, como tal, del mundo. Su máquina, capaz de fabricar hielo usando el contraste de calor de su sistema de fricciones, fue espanto del Papa Gregorio XVI, líder en el Vaticano por aquel entonces: declaró que el hombre se metía en el terreno de Dios al atreverse a fabricar hielo. Sirva esto para valorar la revolución que supuso entonces.

El médico John Gorrie, en 1844, acabó desarrollando ideas para refrigerar habitaciones para sus pacientes primero, y cajas cerradas para alimentos después. En 1876, el alemán Carl von Linden desarrolló un sistema de licuación de gases que permitiría enfriar instantáneamente el aire, abriendo la puerta definitiva a la producción en serie de refrigeradores con su mezcla de amoniaco, clorometano y dióxido de azufre.

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